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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Fragilidad

"Padre de todos los niños!
Prepara una medicina a los niños.
Los niños no tienen medicina."
Oración Yoruba


Mirando: él les un mirón,
sentado en la escalerilla de una cama,
hospital de día, oncología y riñón,
tómanos una foto con tu celular,
vuelve a pintarte los ojos de negro,
como las picas de la magia en la frente.

Todo esto con prohibición de informar,
haz la cama con sábanas limpias,
y dále unos pases con la varita al libro,
para que las páginas blancas tengan negro
y luego color, que esa ya se desocupa y viene otro.

Viene otro y sin embargo se ríen,
nos reímos y no sabemos de qué,
quizá de todo esto.
de tanto no poder con quemaduras que no son de amor,
sin la opción de rehusar el juego

Sino de agua caliente y guantes
a lo maiquel jacson con luces en la suela:
usted no puede ser mamá y menos de un pato,
ese que entra es un carnicero,
todos pagamos en carne.
más temprano.
Viene otro.

Y usted qué es lo que hace?
Busca a alguien?

En el corredor una bailarina,
como sus pies lo dicen y su nombre,
es casi una flor si no debe,
y todo desconchabado y oscuro,
en las peceras sin mar las olas,
sin océano las especies desconocidas
del abismo lávese las manos
con la ficha los cuerpos endebles,
tripas de papel de recuerdo en los lagos,
y padres destrozados con ganas de guardar los ojos grandes,
de pie por no entender y tener que entender
lo fácil que sería agarrarlo todo a patadas,
y lo inútil.

Pero queda prohibido: de acá no sale lo que aprenda,
eso se llama ética o enfermedad crónica,
cada uno tiene su numerito.

Cuéntanos tus impresiones:
uno que llora sentado en la cama por las pompas de jabón,
o quién puede saber por qué.

martes, 9 de noviembre de 2010

uno

Despierta.
Lluvia a destiempo.
Amanecer en primavera. Los techos. Lluvia sobre los techos. Sinfonía de pájaros. Gritos lejos. Un niño. Parece un niño. O una mujer. Déjame. Déjame, repite. Demasiado rítmico. Déjame. Demasiado rato. Lluvia sobre los techos.
Se asoma a la ventana. Todo rojo. El cielo rojo, la pared del frente, las ventanitas de diferentes dimensiones. Todo solitario. Se apoya en el alfeizar. Una mujer sola pasa trotando. Lleva una parka blanca, con la capucha puesta. Las manos en los bolsillos. Corre. Algo le pasa. Corre por la lluvia.
Le parece seguir escuchando los lamentos. Casi parecen ser los pájaros muriéndose. Piensa en la frase: lluvia mata pajaritos. Qué fue lo que oyó? Que fue lo que lo despertó?
Sigue durmiendo. Algo le quieren decir. En un hospedaje. Él en una cama y su hermana en la esquina opuesta de la habitación. Hay muchas camas, y en la suya duermen más personas, y un animal hechado les calienta los pies. Se le sale el tapado. Su hermana le hace gestos. O sólo queda mirando fijo hacia su esquina. Algo quiere decirle.
Aparece un par de manos de debajo de la cama. Manos de mujer. Las toca, para intentar reconocerlas. Para subir al cuerpo completo. Asir las manos y traerlas hacia sí. Pero la sensación es otra. Una cinta continua. La tiraría hacia él y él se hundiría y ella saldría. Y él sacaría sus manos y ella lo levantaría. Hasta el infinito. Cinta continua. Con la cama al centro de ese giro.
Se distrae y encuentra al animal derretido en el enchufe. Como una vela de cera derretida que tuvo la forma de un animal. Siente la responsabilidad de no haberselo advertido. No haberlo prevenido. Pero era casi un reptil, incapaz de aprendizaje. Pero en todo caso podían jugar. A veces se comportaba como un gato, a veces, como un gallo.
Se da la vuelta hacia la ventana y ya es de día. Hay niebla y muchas de esas luces que protegen a los edificios de los helicópteros.
Ganas de vivir.